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Ciencia y Tecnología

La información y desinformación sobre el cambio climático

Equipo de Expertos en Comunicación

  En muchas ocasiones escuchamos  o leemos opiniones que niegan que el cambio global, especialmente lo relativo al clima, sea una realidad contrastable, que se trata de opiniones no comprobables, que detrás de todo eso hay los intereses de algunos grupos. Somos muy proclives a aceptar la “teoría de la conspiración” como de igual valor intrínseco  que los estudios científicos de prestigiosas universidades, organismos internacionales, grupos científicos que asesoran a los gobiernos por encargo propio, entre los cuales merece la pena destacar el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).  Cabe resaltar que hoy más que nunca antes,  los científicos de todos los países forman parte de una comunidad global coherente y responsable. Respecto a un 2014 ya de récord, el incremento de temperatura en el 2015 alcanzó 0,1 grados centígrados. Y 2016 también apunta a batir máximos preocupantes, ya que los seis primeros meses han sido los más cálidos en décadas. Un extenso informe de la NOAA, elaborado por 450 científicos de todo el mundo y hecho público en Agosto 2016, señala también que el nivel de los océanos alcanza unos 70 milímetros por encima del de 1993. Cerca del ecuador, el número de tormentas con nombre del año pasado también supera en buena medida la media anual del periodo 1981-2010 mientras que  la temperatura del Ártico fue 1,2 grados superior a la de esos mismos años. Por otra parte, recientemente uno de los candidatos a ocupar la Casa Blanca, afirma utilizando las redes sociales que “El concepto del cambio climático es un engaño inventado por los chinos para hacer a los Estados Unidos menos competitivos” (D Trump, 2/8/2106). Opiniones como esta no deben ser desdeñadas ligeramente por absurdas. Veamos la realidad detrás de su afirmación. Los chinos hasta hace muy poco estaban muy alejados de las discusiones científicas sobre el cambio climático, salvo algunos científicos aislados. Actualmente China es el país que más contribuye a la emisión de gases de invernadero y un creciente número de científicos chinos contribuyen al conocimiento sobre el cambio climático. A fines del siglo XIX el químico sueco Svante Arrhenius afirmó que la quema de carbón y otros combustibles fósiles asociados a la revolución industrial de su época, llevarían a un aumento de la temperatura media de la Tierra debido al aumento del dióxido de carbono, producto de la combustión. El efecto invernadero, producido por algunos  gases presentes en la atmósfera, comenzó a estudiarse de forma sistemática en los años 80 del siglo XX.  Estos estudios han ido incorporando a científicos de todas las naciones y de muchas disciplinas. El pistoletazo de salida ocurrió en Octubre de 1985 cuando se convocó a una conferencia de expertos en la ciudad de Villach, Austria que trataría sobre el efecto de los gases de invernadero sobre el clima y sus consecuencias. Esta conferencia fue organizada por el programa de Naciones Unidas para el Ambiente (UNEP) junto a la Organización Mundial Meteorológica (WMO) y el Consejo Internacional de Uniones Científicas (ICSU). A partir de las conclusiones de esta conferencia se  crearon dos organismos internacionales, el IPCC ya mencionado y el Programa Internacional del Cambio Global (IGBP). Las líneas de investigación promovidas por este último dieron inicio a la conjugación de un trabajo inter-disciplinario sin precedentes. La creciente  información científica contrastable sobre los procesos responsables de los cambios observados, su distribución geográfica y mediante el uso de modelos matemáticos, las posibles consecuencias a futuro, proveen al IPCC de la información necesaria para discutir y a la toma de decisiones por parte de los gobiernos de todos los países. Se trata pues de un esfuerzo serio, coordinado y con el respaldo de una mayoría abrumadora de los científicos del mundo. Uno de los aspectos más críticos relacionado al cambio climático es la paulatina desaparición del hielo del Océano Ártico, observable cada año a fines del verano boreal. Registros históricos muestran que en los últimos 125 años el área cubierta de hielo en el Ártico a fines de cada verano, ha disminuido de 9 millones de km2 a sólo la mitad, con una mayor pérdida durante los últimos 30 años. Esa importante caída en el área cubierta de hielo  representa significativos volúmenes de hielo no visible por estar bajo la superficie. La disminución del volumen de hielo ha sido más dramática cayendo de 16 855 millones de km3 en 1979 a 5 670 millones de km3 en 2015. El aumento de las temperaturas medias en la región ártica es aproximadamente el doble que en el resto del planeta. En los últimos 30 años los estudios sobre el cambio global, incluyendo el cambio climático, han producido una enorme cantidad de información sobre las interacciones entre los factores externos que regulan el clima -el volcanismo y la radiación solar- y aquellos que ocurren en el complejo sistema biogeoquímico de nuestro planeta, incluyendo los efectos antrópicos. Esta influencia de la especie humana se ha hecho tan grande que rivaliza e interactúa con los factores externos en la regulación del sistema Tierra. Connotados científicos, entre ellos el Premio Nobel Paul Crutzen, han propuesto el nombre de Antropoceno para designar la era geológica actual en la cual los efectos producidos por nuestra especie sobre el sistema Tierra llegan a ser significativos. Quizás la prueba más conclusiva de que el aumento observado en la concentración del CO2 atmosférico tiene su origen en la quema de combustibles fósiles, es la que se halla al estudiar la composición isotópica de dicho gas, tanto en el aire como en aquellos organismos donde se acumula carbono por fotosíntesis, como los árboles y los corales. Lo que se ha observado es que en ningún momento en los últimos 10 000 años la relación entre 13C y el 12C se ha visto reducida a valores tan bajos como los observados actualmente. El declive de esta relación empezó alrededor de 1850, justamente cuando empezó a aumentar la concentración de CO2 en la atmósfera como consecuencia de la revolución industrial. No hay pues ninguna “teoría de la conspiración” que pueda desvirtuar datos tan contundentes. https://youtu.be/2p1wuOX-bYQ   Rafael Herrera Fernández. Colaborador del  Maestría Oficial en Comunicación Social de la Investigación Científica